martes, 8 de abril de 2008

PERO LENTAMENTE...






No ceso de darle vueltas al asunto, lo escuché por la radio: una madre, catalana para más señas, explotaba a su hija, de nueve años, sexualmente, y ello porque, tras la separación, sus condiciones económicas no le permitían vivir. Los que acudían a su casa eran amigos y conocidos suyos, o sea, la muy zorra actuaba en calidad de manager de su hija.
Son historias, dramáticas historias, que ocurren todos los días en el mundo. Justo en este preciso momento muchos niños están siendo sometidos a la vil conducta de pervertidos, algunos incluso mueren víctimas de tal perversión.
Sin poder comprender la depravación de algunos, comprendo, menos aún, cómo una madre puede recibir mierdas en su casa capaces de abusar de un ser indefenso, y esa zorra de madre, repito, no encuentro palabra más adecuada y tampoco quiero encontrarla, es capaz de vivir a expensas de ese dinero, sucio dinero, fruto de violación tras violación acaecida tras la puerta del cuarto de su hija; un cuarto que debe ser para una niña un cálido refugio, un lugar de juego, de estudio y de cuentos leídos y también narrados por la voz de una madre.
Le explicará a su hija, porque algo habrá de explicar, que nada es bueno o malo, que el bien y el mal es un invento engañoso de algunos sociólogos interesados y que podrán así comprar lo que no tienen sus compañeros de clase. De paso ella podrá adquirir el modelito que mola y podrá ir a la "pelu" que siempre está bien, para satisfacción de la niña, el ser la mami más vistosa del cole.

La situación puede ser precaria, la vida puede ser injusta, el dinero necesario para subsistir pero una mujer joven siempre puede trabajar y si tiene morro y desvergüenza para trazar semejante planteamiento de vida debe tener el mismo morro para salir a la calle y buscar un modus vivendi y, si lo desea, venderse a sí misma, es su problema, pero jamás, bajo ningún pretexto, ni ante ninguna situación, hay razón para poner en venta a su propia hija.
Miles de niños, insisto, son víctimas inocentes de la explotación sexual. No tenemos más que leer un periódico, escuchar la radio o, si acaso, ver algo la televisión. Son dramas que ocurren con demasiada frecuencia, diariamente, aquí o allá, y habrá otras muchas historias que jamás verán la luz, pero el daño está hecho y la víctima no se recuperará totalmente nunca. Aprenderá, eso sí, porque lo ha vivido, día a día, que no se puede confíar en nadie porque ni en su propia familia ha estado a salvo. Aprenderá también que el ser humano es igual que la mercancía, que tiene un precio y un dueño y, por tanto, en no pocas ocasiones, no digo en todas, de adulto reproducirá y/o tolerará los mismos modelos que de pequeño le han enseñado.

Otra forma de explotación sexual, no con fines económicos, pero igualmente horrendos, es el caso del incesto. También con frecuencia saltan a los medios de comunicación noticias de este tipo, bien porque la persona que lo ha sufrido, mayoritariamente mujeres, lo hace público después de haber convivido con el dolor, la rabia, la impotencia, la vergüenza, año tras año, o bien porque niños atendidos en hospitales muestran señales de tales abusos.
El niño es un ser independiente, un ser que no puede defenderse, un ser vulnerable a cuanto le rodea. Qué lamentable historia la de tantos niños que caen en manos de pederastas, de padres que los denigran, explotan y venden, de padres, que en definitiva, los valoran en función del placer y el dinero que les pueden proporcionar, de padres, que si llega al caso los torturan y los tiran a la basura.
No se puede concebir, no lo queremos oír, hiere la mínima dignidad y, sin embargo, es algo que existe y que, desgraciadamente, seguirá existiendo.
¿Qué se puede hacer? Poco, me imagino, pero si todos permanecemos atentos podemos detectar casos y si así es, denunciémoslo. Ese niño, o esa niña, es un ser que debe vivir dignamente. Pongámonos en su piel y hagamos un esfuerzo, no se necesita mucho, para identificar lo que siente y cómo será su vida.
Después de esto sabremos cómo debemos proceder.
El dinero y el placer mueven el mundo, no cabe duda, pero el dinero obtenido de algunas formas debiera quemar y el placer que buscan algunos, a costa de la vida de otros, debiera envenenar.
Pero lentamente.

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