EL ASESINATO DEL ALMA
Así como acerca de los mecanismos psíquicos del abusador queda todo por descubrir, se ha dicho mucho de la criatura abusada pero poco en relación al tema de la desmentida.
Para la niña o niño abusados, la desmentida es una forma de defenderse de una situación tan gravemente traumática que se vuelve imposible de procesar y elaborar. La criatura necesita creer y sentir que eso que le está ocurriendo no le ocurre, o, cuando el abuso lo comete una persona amada, que no es esa la persona que comete el abuso, sino otra. Lo traumático del abuso también se debe al hecho de que éste siempre está ligado al incesto, en primer lugar porque la mayoría de los abusos ocurren dentro del ámbito de la familia y en segundo lugar porque, desde el punto de vista psicoanalítico todo abuso es incestuoso en tanto el niño proyecta en cualquier vínculo con un adulto su triangulación edípica.

Cuando esa criatura se vuelve adulta, muchas veces con su desmentida logra convencerse de que el abuso no ocurrió. Pero no debe confundirse este proceso con una simple represión, porque con ésta el resultado es que un pensamiento, una imagen, un recuerdo permanecen inconscientes. En la represión la lucha es contra algo que proviene de uno mismo. En cambio, en el caso de la desmentida, la percepción dada por inexistente proviene de la realidad externa: algo que existe no existe, algo que se ve no se ve, algo que sucede no sucede, algo que pasó no pasó. Cuando la desmentida se pone de tal manera en funcionamiento, el propio yo queda dañado, en tanto es atacada su capacidad de reconocer una percepción, de aceptar algo como existente, de discriminar como propia una sensación corporal. En casos como éste muchas veces el yo queda escindido y dos actitudes psíquicas empiezan a coexistir adentro suyo: la que ve y la que no ve, la que reconoce la existencia de algo y la que lo niega. En casos extremos la desmentida puede desencadenar procesos psicóticos.
"La calidad siniestra y el efecto traumático devastador de la violencia familiar y política - reflexiona Carlos Sluzki - son generados por la transformación del victimario de protector en violento, en un contexto que mistifica o deniega las claves interpersonales mediante las cuales la víctima podría reconocer o significar los comportamientos como violentos". También en el caso del abuso sexual la criatura es privada de su capacidad de disentir o consentir. E incluso, frecuentemente, el acto de violencia es descalificado como tal por el victimario, que le dice al niño: Esto lo hago por tu propio bien, no te puede doler tanto, te va a gustar, vos me provocaste. Es así que a la desmentida usada por la criatura se agregan mensajes por parte del ofensor que caracterizan la comunicación de doble vínculo. Si la familia o cualquier otra persona ante la cual el menor denuncia el abuso no le creen o no advierten, por otras señales, que tal abuso está sucediendo, agregan, con su desmentida, un nuevo acto de violencia sobre el psiquismo de la criatura. Por otra parte, aunque el abuso haya sido aislado, éste se instala en el aparato psíquico con la fuerza de los reiterados, porque la víctima generalmente viene de sufrir otros episodios de violencia, como el maltrato físico y psíquico u otras experiencias traumáticas como miradas obscenas, encuentros con exhibicionistas y frotters, etc., muy comunes en la vida de las niñas.
En los adultos neuróticos, generalmente mujeres, el abuso sexual sufrido en la infancia aparece en síntomas y sueños, no solamente en relatos. En la psicosis el abuso o el maltrato aparecen disfrazados en forma de delirios. Schreber - famoso por haber escrito sus memorias - denunciaba claramente el maltrato que había sufrido de parte de su padre. Una adolescente psicótica ocultaba a la vez que develaba, a través de su delirio, la violación por parte de su padre, diciendo que una voz la obligaba a matar a su pequeño hijo, producto de esa violación.
También se puede detectar el abuso cuando nos relatan sensaciones o acciones que, por extrañas, llaman mucho nuestra atención. Una paciente que fue abusada durante su infancia relata que siente a veces por la noche un peso que se apoya en su colchón y lo hunde. Ferenczi los llama recuerdos corporales. Otra necesita comprobar, noche a noche, antes de irse a dormir, que no hay nadie debajo de la cama o dentro del armario. Otros síntomas o patologías que suelen denunciar abuso, son las dificultades para dormir, las fobias, anorexia y bulimia, depresión, alcoholismo y drogadicción, problemas en la sexualidad (frigidez, anorgasmia, vaginismo, promiscuidad). Estas patologías simbolizan la violación de las fronteras de la individualidad propia de toda violencia. Cuando el abuso es a edad muy temprana y no hay aparato psíquico capaz de poder simbolizarlo en palabras, aparecen llantos y temores que luego se trasforman en actos sintomáticos y juegos infantiles repetitivos, todos intentos de elaborar el trauma. También es muy frecuente que se presente desconexión con los propios sentimientos o con sensaciones corporales, como sentir que la mente se desprende del cuerpo o anestesiarse ante estímulos habitualmente dolorosos o ansiedades persecutorias que no siempre se corresponden con las situaciones vividas en el presente. Cuando se produce desconexión de las experiencias displacenteras, también hay un desensibilización en relación a las placenteras (anhedonismo).
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